-Es tu culpa
yo nunca he llorado antes- Sollozo el Pazzi bajo la sombra de la noche.
Sostenía entre manos su sombrero porque el viento y el frio se lo querían llevar. El pelo le golpeaba la cara, mojándosela con sus propias lagrimas saladas.
-¿Mi culpa? ¿Qué culpa tengo yo? Es la culpa de tu familia- Susurro Federico.
Estaba resplandeciente. Tenía brillo propio, ese que Vieri siempre creyó que venía de su personalidad, de su persona. Pero esta vez venia provenía de su cuerpo, ya que era un ángel. O un demonio. Quien lo sabe
Federico yacía medio sentado, apoyado irónicamente sobre su tumba, observándolo con una mirada enigmática pero inocente. De su espalda salían dos grandes alas blancas cubiertas de plumas resplandecientes, contrastando con el ambiente negro. Llevaba ropa simple, una camisa y un pantalón difícilmente reconocibles por la luz casi cegadora que lo cubría.
-No